El mundo que estamos viviendo configuró una serie de cuestiones que se establecieron de manera casi aleatoria, lo que nos obliga a que tengamos que comenzar a determinar algunos puntos. Tenemos toda una generación de niños y adolescentes que crece con la imperiosa necesidad de presentar una imagen en redes sociales, en donde buscan impactar de la mejor manera, sin que tengan un acompañamiento para dar un análisis cualitativo a sus acciones.
Así como los valores ocupan un sitio prioritario en la discusión social, también es importante que nos detengamos a analizar los límites de nuestras acciones, tanto en la comunidad, como en las plataformas virtuales. Vemos que en redes sociales existe un universo de versiones caseras de acciones particulares, en donde cualquiera tiene derecho a opinar y juzgar, sin ningún tipo de limitaciones.
Lo preocupante para este escenario es que no existen respuestas educativas que aborden este tema. Más aún cuando los que deben en teoría son quienes deben marcar las pautas, tampoco están preparados para ofrecer respuestas que sean adecuadas a situaciones que nos siguen avasallando. Es imposible pedir peras al olmo señala con certeza, un refrán popular.
Como alternativa es interesante empezar a construir acuerdos para que los límites se establezcan en base a convenios, que se construyan desde pequeños grandes consensos. Las comunidades deben abrir el debate para marcar el rumbo de las acciones a ser analizadas.
(La Nación, fragmentos del Artículo de Opinión de Pablo Noé – 3 de agosto de 2016).