La primera infancia constituye una etapa especialmente vulnerable. Los niños y niñas de 0 a 8 años forman el 21% de la población total y requieren cuidados especiales en cuanto a nutrición, vacunación y estimulación educativa para un sano desarrollo.
En Paraguay, la mortalidad infantil, especialmente en el primer mes de vida y hasta los 5 años, sigue siendo más elevada que la media de Latinoamérica. Según datos de Unicef, nueve niños menores de 5 años mueren por día, lo que significa 3.200 muertes anuales.
Uno de los más graves problemas que afecta a este grupo etáreo es la desnutrición, especialmente en poblaciones rurales, en familias en situación de pobreza extrema y niñez indígena.
A esta inquietante realidad se suma el insuficiente seguimiento del desarrollo evolutivo de los bebés, y por lo tanto la ausencia de diagnóstico precoz de discapacidades en los lactantes y niños pequeños, especialmente en zonas rurales y pobres urbanas, así como la casi total inasistencia de centros públicos de atención y rehabilitación precoz.
En total, están registrados 5.784 niños y niñas de 0 a 9 años con alguna discapacidad, donde predominan los trastornos sensoriales, los motores y el retardo mental, cuyas principales causas son los problemas relacionados con el nacimiento. Muy pocos están escolarizados, y los que están, en su mayoría lo hace en instituciones especiales, aunque lo recomendable para garantizar una verdadera inclusión,
es que asistan a escuelas regulares.
La educación registra algunos avances con en la inscripción temprana de los niños y niñas en el sistema escolar. La cobertura bruta del preescolar es de 82% en 2009, mientras la cobertura neta, considerando los matriculados de 5 años, es de 70. Sin embargo, si se desagrega el total de matriculados en la educación inicial, se puede percibir que del total de 156.481 matriculados en 2009 en este nivel, el 1,5% corresponde a maternal; el 2,8% a prejardín; el 19,9% a jardín de infantes y el 75,8% a preescolar. Por
otra parte, hay que analizar la calidad de esta educación preescolar, dada la particular pedagogía que estas edades requieren, y por lo tanto la necesidad de contar con profesionales altamente cualificados para obtener resultados óptimos.
Otro aspecto que se debe señalar es que la franja de edad de 3 a 5 años es la que más sufre situaciones de maltrato familiar. Por otro lado, los niños/as en instituciones de abrigo y los que se inician en el trabajo con sus familias a estas tempranas edades, en contextos urbanos o rurales, son de gran vulnerabilidad.
Un compromiso con el desarrollo integral
Los candidatos a los distintos cargos en las elecciones del 21 de abril, tienen como desafío primordial implementar el Plan Nacional de Desarrollo Integral de la Primera Infancia, que debe contemplar acciones para garantizar la vida, nutrición y salud, protección y educación de los niños y niñas de hasta 8 años.
Entre los 20 compromisos por la niñez, que firmaron los presidenciables con Unicef y el Frente por la Niñez, se incluyen los servicios de detección precoz y atención temprana de discapacidades infantiles y programas de estimulación precoz adecuada a nivel familiar y comunitario.
El aumento de la oferta de instituciones del programa de estudios de 0-3 años (programa
maternal) y de 3 a 5 años (pre-jardín, jardín y pre-escolar) es una necesidad que debe ser atendida para evitar que los niños acompañen a sus madres en situaciones de calle, trabajo ambulante, rural etc.
La mejora de la calidad educativa inicial y prescolar y la implementación de indicadores de desarrollo infantil temprano son otros compromisos que los candidatos firmaron con Unicef y las 14 organizaciones que forman el Frente por la Niñez.