El trabajo infantil en Bolivia tiene rostro de abuso y discriminación

El trabajo infantil en Bolivia tiene rostro de abuso y discriminación

En Bolivia existen más de 800.000 niños, niñas y adolescentes trabajadores. El 45% de la población económicamente activa en el país son niños, niñas y adolescentes de 7 a 17 años de edad, los mismos que desempeñan sus labores en un contexto marcado por la violencia, discriminación, abuso, salarios bajos, jornadas laborales que exceden las 10 horas, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La jornada laboral

En el artículo 142 del Código del Niño, Niña y Adolescente y en la Ley General del Trabajo se establece que la edad mínima laboral son los 14 años, y también señala que «la jornada máxima de trabajo será de 8 (ocho) horas diarias, con intervalos de descanso y horario especial para su asistencia a la escuela y estudios».

Además, los adolescentes tienen un descanso obligatorio de 2 días por semana (sábado y domingo), los mismos que no pueden ser compensados con remuneración económica; esto significa que no debe existir ningún adolescente que trabaje más de 40 horas a la semana.

Sin embargo, la información de la encuesta MECOVI 2000 revela con claridad que en los espacios rurales más de dos terceras partes de los niños, niñas y adolescentes trabajan en jornadas de 40 o menos horas por semana. En cambio, en las zonas urbanas se intensifica su jornada laboral a más de las 40 horas por semana.

Una tercera parte de los niños, niñas y adolescentes tienen jornadas de trabajo muy largas, entre los que destacan los obreros. Estos trabajadores, tanto en los espacios urbanos como rurales, invierten más de 49 horas a la semana, lo que quiere decir que superan de lejos las normativas vigentes.

El segundo lugar en la falta de cumplimiento de las normativas lo ocupa el trabajo de las trabajadoras del hogar; pese a la existencia de una normativa específica, las niñas y adolescentes que realizan tareas domésticas en hogares particulares son explotadas y abusadas laboralmente, sus jornadas son extremadamente largas, a eso se suman el maltrato y el peligro de sufrir abuso sexual.

La vulnerabilidad en el trabajo

Según datos de la MECOVI 2002, el 12% de los niños, niñas y adolescentes no tiene contrato laboral y más de la quinta parte no recibe un salario mensual seguro. La inseguridad a la que esta población se expone es muy alta.

Es evidente que la apertura del mercado y las exigencias altamente competitivas del mercado laboral han acentuado la heterogeneidad productiva, a lo que se suma la flexibilización del mercado laboral que genera mayor inseguridad e indefensión en los trabajadores.

Los adolescentes trabajadores sin salario son muy vulnerables, están indefensos y sometidos al capricho de sus empleadores debido a que no tienen contrato o sólo tienen contratos temporales.

Consecuencias del trabajo infantil

Las consecuencias del trabajo infantil se dan en todos los niveles. Entre las más significativas se pueden destacar las siguientes:

Sociales y morales: Profundiza la desigualdad, viola los derechos humanos fundamentales de la infancia y la adolescencia, acelerado proceso de maduración, impide o limita el adecuado proceso educativo, enfrentamiento a un ambiente adulto y a veces hostil, pérdida de la autoestima, problemas de adaptación social y traumas.

Físicas y psíquicas: Enfermedades crónicas, dependencia de fármacos, retraso en el crecimiento, agotamiento físico, abusos físicos y psíquicos, picaduras de insectos y animales ponzoñosos, infecciones a causa de químicos, heridas, quemaduras y amputaciones, dolores en las articulaciones y deformaciones óseas.

Económicas: La pérdida promedio de 2 años de escolaridad a largo plazo significa un 20% menos de salario durante toda su vida adulta, pérdida del poder adquisitivo del mercado nacional, la pérdida de años de educación se traduce en una calidad inferior del capital humano disponible en una sociedad, incidencia negativa en el Producto Interno Bruto (PIB).

Las peores formas de Trabajo Infantil

La OIT adoptó en 1999 el Convenio para la Eliminación de las Peores Formas de Trabajo Infantil que en su Artículo 3 señala que la expresión «las peores formas de trabajo infantil» abarca:

a) «todas las formas de esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, como la venta y la trata de niños, la servidumbre por deudas y la condición de siervo, y el trabajo forzoso u obligatorio, incluido el reclutamiento forzoso u obligatorio de niños para utilizarlos en conflictos armados;

b) la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la prostitución, la producción de pornografía o actuaciones pornográficas;

c) la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la realización de actividades ilícitas, en particular la producción y el tráfico de estupefacientes, tal como se definen en los tratados internacionales pertinentes, y

d) el trabajo que, por su naturaleza o por las condiciones en que se lleva a cabo, es probable que dañe la salud, la seguridad o la moralidad de los niños».

Caña dulce, vida amarga

En el país, cada año, entre los meses de mayo y noviembre, miles de personas dejan sus lugares de origen para trabajar temporalmente en la cosecha de la caña de azúcar en los departamentos de Tarija y Santa Cruz. Este contingente está conformado mayoritariamente por familias campesinas que con esta actividad intentan paliar, en alguna medida, la situación de extrema pobreza en la que viven, según el informe «Caña dulce, vida amarga. El trabajo de los niños, niñas y adolescentes en la zafra de caña de azúcar». Serie Peores Formas de Trabajo Infantil y Violencia contra la Niñez y Adolescencia, (UNICEF-OIT 2004).

Una parte considerable de esta población que migra temporalmente está integrada por niños, niñas y adolescentes que, directa o indirectamente, participan de la actividad de la zafra.

En su gran mayoría deben abandonar la escuela para integrarse a un trabajo que supone duras jornadas de 12 horas diarias, en un clima de temperaturas extremas y en un hábitat extraño y peligroso, exponiendo su seguridad y su salud para que sus padres reciban ingresos monetarios muy bajos con relación al esfuerzo que realizan. Por las condiciones en las que se producen la participación de éstos, para la OIT la zafra de caña de azúcar es considerada una de las peores formas del trabajo infantil.

Niños castañeros

En la región de la amazonia boliviana, en los departamentos de Beni y Pando, existe la actividad de la zafra de la castaña, en la que trabajan muchos niños y niñas, según el estudio «Niños, niñas y adolescentes castañeros; entre la necesidad, explotación y esperanza», auspiciado por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Previsión Social, y realizado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA).

Los castañeros empiezan a trabajar desde muy pequeños. Con el tiempo, esa temprana incorporación laboral se convierte en una forma de vida. Su abandono y rezago escolar limita su futuro porque no conocen otras opciones.

Tanto en el castañeo como en el procesamiento de la castaña, los niños, niñas y adolescentes cumplen actividades y jornadas laborales similares a la de los adultos.
En la época de colecta (diciembre – marzo), trabajan diariamente entre las 7 de la mañana y las 5 de la tarde y permanecen en la zafra 67 días en promedio, indica el mencionado documento.

En el ciclo productivo del beneficiado (abril – noviembre), 2 de cada 3 niños, niñas y adolescentes trabajan generalmente durante 5 días a la semana entre las 2 de la madrugada y 7 de la mañana, razón por la que llegan a la escuela cansados y con sueño.

Hasta el año 2007, en la zafra trabajaban alrededor de 2.600 niños y niñas, y un poco más de 2 mil adolescentes. En tanto que en el beneficiado, participaban un poco menos de 450 niños y niñas, y casi 1.400 adolescentes.

Cada vez trabajan más niñas y niños en la zafra y más adolescentes en el beneficiado. Casi todos ellos son considerados sólo como ayudantes de una persona adulta, sea familiar o no. Esto los convierte en trabajadores invisibles de nuestra sociedad.

La minería

Miles de niños, niñas y adolescentes bolivianos trabajan en la minería artesanal, llamada así porque las tecnologías de producción que utilizan son muy primitivas e incorpora mayor mano de obra, en muchos casos familias enteras de trabajadores, según el informe: Buscando la luz al final del túnel. Niños, niñas y adolescentes en la minería artesanal en Bolivia. Serie: Peores Formas de Trabajo Infantil y Violencia contra la Niñez y Adolescencia. (UNICEF-OIT 2004).

Existen aproximadamente 3.800 niños, niñas y adolescentes mineros, en siete municipios donde se concentra la minería tradicional y la aurífera, lo que representa el 10% del total de personas ocupadas en la actividad minera artesanal.

La mayoría de estos pequeños mineros realizan labores de superficie, cargan, trasladan y seleccionan minerales, así como otras tareas pesadas relacionas con el procesamiento de mineral.

En algunos casos, sobre todo, los adolescentes, realizan trabajos dentro de la mina, en los socavones, como ayudantes de sus padres o de otros adultos. Las condiciones son extremas, están expuestos a la inhalación de gases tóxicos, derrumbes y otros peligros, cargando herramientas y mineral. También participan en tareas de perforación y disparo de dinamita.

Existen otra labores «marginales» de la minería que son aún más duras y sacrificadas, como los «Relaveros» de la minería de estaño, que rescatan el mineral en las aguas de escape de los ingenios, y los «barranquilleros» de la minería aurífera, que rescatan oro de los ríos.

En consecuencia, en Bolivia hay niños, niñas y adolescentes que se encuentran realizando «trabajos prohibidos y de alto riesgo»: labores difíciles en ambientes hostiles para su salud: ingreso a socavones, trabajo en los ingenios moliendo el mineral, concentración del mineral, alimentación de mineral en las canaletas, separación del estaño de la pirita.

En cualquiera de sus formas o etapas, este tipo de trabajo implica graves peligros para la vida y la salud de estos niños, niñas y adolescentes, porque afecta su desarrollo y educación, comprometiendo seriamente sus posibilidades futuras.

Por otra parte, dentro de la denominación de trabajos prohibidos está la participación de niños, niñas y adolescentes en la venta de bebidas alcohólicas. Hay alrededor de 1.000 niños y niñas que realizan estas actividades en  Bolivia.

En este ámbito, el Código del Niño, Niña y Adolescente establece sanciones y da atribuciones a las Defensorías de la Niñez y Adolescencia para intervenir cuando se encuentran en conflicto los derechos de niños, niñas y adolescentes con los padres o responsables para hacer prevalecer su interés superior, pudiendo remitir el caso, si fuera necesario, a la jurisdicción penal (artículo 196). En estos casos, no procede mediación ni conciliación (artículo 212).

Son urgentes las acciones de supervisión y monitoreo de este tipo de actividades debido al daño psíquico y de la salud mental a los que deben hacer frente estos niños y niñas, señala el informe Trabajo Infantil en Bolivia (INE y Unicef 2004).