Te educan para que estudies en la escuela, después pases al colegio y de ahí a la universidad. Una vez que terminás ese ciclo «ideal» podés casarte para comenzar a tener hijos. Todo lo que salga de ese esquema está mal visto en Paraguay, un país eminentemente católico/cristiano y conservador. Los pedidos de queremos «papá y mamá» siguen estableciéndose como una respuesta uniforme y constante a todo tipo de situaciones que escapen de este círculo vital.
Las variables a este esquema son despreciadas de la peor forma. Se discrimina a las distintas alternativas de vida que optan las personas. No se contemplan las familias conformadas por padres que no están casados, como si ese fuese un defecto insalvable. Peor aún en el caso de las madres (o padres) solteras, olvidando la historia del país, repoblado después de las guerras grandes, con mujeres que se hicieron cargo de la crianza de hijos porque los varones estaban ausentes.
Seguimos sorprendiéndonos por casos que cada tanto nos conmueven, de niñas que dan a luz con apenas 10 u 11 años, desechando las estadísticas que demuestran que el embarazo adolescente es una circunstancia permanente con la que se convive en la sociedad. Tan solo se deben recorrer los cinturones de pobreza de las principales ciudades para ver, con mayor claridad, que existen madres de 18 años con dos o tres hijos, de la misma cantidad de padres.
Cuando se plantea el tema de la educación sexual como una salida a mediano plazo, para estos dramas, los mismos conservadores de siempre señalan que se buscan instalar temas tabú como la legalización del aborto y la agenda de grupos que defienden derechos de los homosexuales. Este pensamiento además de ser limitado, ignora la necesidad de debatir a profundidad estos temas, dejando de lado nuevamente, la educación como fuente de transformación social.
En tanto cerremos los ojos, oídos y la mente a debatir a profundidad estos casos, es imposible pensar que creceremos como sociedad. Mientras nos limitemos a considerar que lo único bueno es lo que consideramos como el ideal, perderemos una batalla en la que la educación sigue relegada, y los dogmas se erigen como el único norte a seguir. Los tiempos cambian, las realidades son diferentes, debemos comprender esto para afrontar estos retos. No existe otro camino.
(La Nación, Pablo Noé -3 de marzo de 2017).