“Era chica, tenía 10 años”, dice Tina Alvarenga, oriunda de Puerto Casado, Chaco, quien vivió en situación de criadazgo. Luego de su arribo desde su pueblo natal, experimentó la desconsideración cuando le negaron ir a despedir a su hermanita que acababa de morir.
«Ser criadito o criadita es una realidad invisibilizada, nadie sabe qué sucede dentro de una casa, no hay control, hay discriminación, aislamiento y desarraigo», sostiene.
«En este país se controla una vaca pero no a un niño en situación de criadazgo», sentencia la activista social –consultora y especialista en materia de indígenas–, al recordar los tiempos difíciles que vivió con una familia lejana a la suya.
En la mayoría de los casos, señala Tina, los que viven en dicha situación pasan hambre porque se restringe la comida; además, no hay mucha libertad de experimentar actividades propias de la edad. Hay más tiempo para trabajo que para recreación.
Sostuvo que mientras no exista un Estado protector de los niños, se seguirá cobrando vidas inocentes esta cruda realidad en la que viven muchos chicos desarraigados. Lamenta que el Estado no tenga un sistema de control ni políticas públicas serias que busquen erradicar el drama.
(Última Hora, Virgilio Cáceres – 22 de enero de 2017).